domingo, 19 de abril de 2009

En silencio

Cerradas las puertas aguardo en silencio.
Entrará el primero que sepa llamarme,
cerradas las puertas...
¡Abre!


Aguardo dos manos que no matan pájaros.
Si llegan, la puerta se abrirá sin llave.
¿Eres tú quien pasa?
No pierdas la hora,
¡Abre!


Huye, si las manos
tuviste algún día manchadas de sangre;
cansarás ganzúas y músculos firmes;
llavero, no sirve tu llave,
no insistas,
No abre...


¿Conoces la puerta? De rosas azules
la tejió Esperanza
—La esperanza es grave—
si sabes que importa cegar sus pupilas.
Abre...


Este es el momento.
Yo te daré todo cuanto pueda darte;
mi corazón tiene dos alas sin dueño;
mírame hacia adentro...
Abre...


Hallarás un tibio momento de sueño,
bellamente suave,
tan fino que acaso matarlo pudiera
la puerta que ahora, Dios mío,
se abre.

Oh, no des un paso, llavero, suspende...
Es verdad que aguardo temblando me llames...
¡Llavero... llavero... no muevas la llave!


—Alfonsina Storni—

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