A estas malditas horas
el sueño de los ángeles no me deja dormir...
¡Malditos sean...!
Y malditos aquéllos que contemplan su sueño
porque con su ansiedad morbosa han de violar el lecho
donde espera intranquilo y apunto de estallar el deseo
que debiera agotar los recovecos silenciosos de mi cuerpo
a estas horas vacías para descansar del tiempo,
para descansar del agobio enfermo que es el día
que se niega a morir al caer agonizante y herido,
a la hora otoñal en que el crepúsculo se entrega a la noche.
A estas malditas horas
este dolor clavado en algún lugar de mi vientre
se hace más profundo justo donde ha de morder el miedo,
pues justo entonces recuerdo que ha llegado la hora
para que el gallo cante y llene de horror y de espanto
a los ojos que aún se mantienen encendidos a mitad de la noche,
como un misterio de muerte que se esconde en la niebla
y que se ha de revelar en el reflejo que duerme
en una laguna que reposa tranquila
y que se irá despertando con una luna llena que está vacía,
muerta la tentación y la locura perdida.
A estas malditas horas
la ciudad se recoge en un vulgar murmullo que persigue al silencio,
las palomas descansan en algún intersticio donde no se duerme
y donde intentan olvidar los recuerdos de su putrefacción maloliente
los cuales ha guardado la memoria de una piedra erosionada y triste,
mientras tanto, en el cálido asfalto de una calle que parece vacía,
los niños y las ratas merodean como ratas
y yo estoy cansado de este tránsito inútil de los días
y de la gente que ha perdido sus sueños pero duerme.
A estas malditas horas
escucho como llega el tren que lo desgarra todo,
escucho como nace un grito de dolor en el acero
mientras durmientes violados en su sueño
rechinan y truenan, aunque han de guardar el secreto,
como si algo en su interior se les hubiera quebrado;
sólo una lágrima descubro sin lamento
en la mejilla de un niño recostado sobre el piso,
que lo ha escuchado todo... pero está contento.
A estas malditas horas
el tren,
las palomas y la luna,
el gallo y los ángeles...
se llevan todos mi nostalgia muerta
y la escucho llorar mientras el ruido del silbato es un recuerdo incierto
y aunque las paredes de mi cuarto se sigan cayendo
yo susurraré al oído de una fantasía sin sueño
un himno para la noche que ahogará en el silencio.
La ciudad del sisnsentido, 22 de mayo de 1999.